jueves, 25 de junio de 2015

Leyenda de Cantuña

Cuenta la leyenda que en la antigua ciudad colonial de Quito, vivía entre tantos, un indio llamado Cantuña. Hombre hábil en el arte de la cerrajería, carpintería y en especial de la albañilería. Fue contratado por los Frailes Franciscanos para la construcción del atrio del convento Máximo de San Francisco de Quito.
El indígena comenzó la construcción del atrio pero lamentablemente el tiempo que disponía era muy corto. Pasaron los días y la construcción aún faltaba de terminar por lo que Cantuña poco a poco empezó a desesperarse.
Llegó el momento en que faltaba tan sólo un día para la entrega de la obra, y el atrio aún no estaba culminado. Al verse impotente ante la falta del compromiso adquirido, Cantuña cayó en desesperación y la aflicción se apoderó de él.
En esos precisos momentos, se apareció ante el asustado indígena, Lucifer, el amo del infierno. El miedo y la desesperación se apoderaron de Cantuña al ver la imagen de tan temible ser, el cual con voz profunda y ronca exclamó:
¡Cantuña!. Aquí estoy para ayudarte. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio incompleto antes que aparezca el nuevo día. A cambio, me pagarás con tu alma.
Ante tal propuesta y producto de la desesperación y el miedo, Cantuña aceptó el trato, solamente pidió una condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras. El diablo aceptó, le pareció una condición absurda y simple de cumplir.
Inmediatamente los "Diablillos" a órdenes de Lucifer empezaron a construir el Atrio de San Francisco y en pocas horas fueron dando forma a la monumental obra arquitectónica.Efectivamente, al pasar las horas, el gran atrio estaba culminado. Tal como lo ofreciera Lucifer, la obra se culminó antes de la media noche, fue entonces el momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el "alma de Cantuña".
Sin embargo, el diablo al momento de llevarse el alma del indio, éste lo detuvo con una timorata actitud.
¡Un momento! - dijo Cantuña. ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha sido incumplido! En aquel momento Cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había escondido muy sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra.
Lucifer, atónito, vió en instantes como un simple mortal le había engañado de la manera más simple. Cantuña salvó de esta forma su alma, y el diablo sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin su paga.